Pero, ese día en particular en que él me lo leyó, quedó grabado en mi memoria para siempre. No por el hecho de recibir algo, sino por las profundas palabras del poeta Kahlil Gibran, que eran, tal vez, demasiado profundas para una niña de ocho años. “Tus hijos no son tus hijos, son los hijos e hijas de la vida…”, así empezaba. Cuando terminó de leérmelo, en un primer momento lo miré desconcertada, entonces el enfado llegó en pocos instantes, provocando en mí una reacción mezcla de desamor y turbación.
– Pero entonces yo no te importo!, le objeté mirándole a la cara y tratando de entender porqué me leía eso.
– Todo lo contrario, precisamente porque me importas mucho te lo estoy dando. Pero no te atormentes, sé que un día lo comprenderás, me dijo.
Pasaron los años, y yo nunca me olvidé del poema, nunca dejé de cuestionarme qué había querido decirme mi padre con ese poema.
Comencé a estudiar magisterio, descubrí Montessori, y un click sonó en mi cabeza. Ella, Maria Montessori había creado un método basado en el respeto de la psicología natural del alumno, fortaleciendo su autonomía enseñándole a hacerlo por sí mismo, mediante la libertad de hacer y aprender de sus propios errores.
Gibran nos enseñaba con su poema que nuestros hijos no nos pertenecen porque no son de nuestra propiedad, no son nuestras extensiones ni tienen que satisfacer nuestros deseos, a veces truncados en nuestras propias vidas y puestos en las suyas para ser cumplidos. Nosotros, como padres, solo podemos guiarlos y acompañarlos, pero sobre todo respetarlos para que ellos construyan su propio camino.
Eso es Montessori, una filosofía dispuesta a enseñar al adulto que lo mejor que podemos hacer por nuestros niños es guiarlos sin imponer, ya que un amor sano, como dice el poeta, deja libertad. Aunque, por supuesto, esa libertad no debe confundirse con falta de límites, tema que abordaremos en una siguiente entrada. Mientras tanto, espero haber dejado en alguien la cuestión abierta y dispuesta para hacerle pensar. Dejo también el poema completo para el deleite, extraído del libro “El profeta”.
Tus hijos no son tus hijos,
son hijos e hijas de la vida,
deseosa de sí misma.
No vienen de ti,
sino a través de ti,
y aunque estén contigo,
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos,
pues ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas,
porque ellos
viven en la casa del mañana,
que no puedes visitar,
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerles semejantes a ti,
porque la vida no retrocede ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual tus hijos,
como flechas vivas,
son lanzados.
Deja que la inclinación,
en tu mano de arquero,
sea para la felicidad.
Khalil Gibran, poeta, filósofo y artista libanés